Cómo puede, un adulto mayor, reconocer a un buen médico


UNA DEUDA DE BUEN TRATO

Se hace necesario humanizar la salud pública y privada para los adultos mayores. Es imperioso lograr una mejor calidad en la atención.

En qué se distingue un buen médico. Primero debe ser una buena persona y segundo un excelente profesional. Dos factores que no deberían ir por separado.

Muchos pacientes adultos mayores quisieran estar mejor informados sobre el prestigio de los médicos a los que acuden.

Saber más, de los tratamientos que aplican y de los resultados que obtienen.

No es tan difícil reconocer a un buen profesional médico. Un consultorio o un sanatorio con la mayor elegancia o equipado con los últimos adelantos tecnológicos no necesariamente refleja la calidad del servicio.

Hay otros aspectos a tener en cuenta:

El paciente es primero

Si desde que llega usted a la recepción del consultorio o a la sala de espera de un hospital le hacen sentir que su presencia es una molestia. Atención! Muchas veces la conducta de un administrativo, un enfermero, etc refleja la actitud del médico hacia los pacientes. No comprenden sus necesidades porque, no están preparados para relacionarse con adultos mayores y eso los lleva a considerarlos a todos por igual ya sean adultos mayores o adultos jóvenes. Y no es lo mismo. Los tiempos, los temores, los límites, el desenvolvimiento, la capacidad física, etc no son comparables.

Si el personal auxiliar no lo atiende con amabilidad, puede estar usted seguro de que el médico no va a ser muy diferente y casi seguramente no les gusta tratar con personas mayores.

En un lugar donde, los horarios, la planificación de los procedimientos, el almuerzo o la merienda son más importantes que los temores del paciente, el médico ha perdido de vista al ser humano.

El hecho de ser un paciente adulto mayor no es motivo para sentirse como un mendigo.

Casi todos los adultos mayores quisieran que el médico les dedicara más tiempo y los informen mejor. Entendiendo por mejor, la claridad en las palabras sin términos técnicos, en la búsqueda junto al paciente del mejor tratamiento, dedicarle algunos minutos más del estipulado. La mala atención a veces es consecuencia de un sistema de salud que recompensa la premura y considera una pérdida económica para el médico y la institución.


Algunas preguntas que el paciente adulto mayor debe hacerse al momento de ir a un consultorio:

  1. ¿es amable el personal auxiliar?
  2. Durante la consulta, ¿le hace sentir el médico que tiene toda su atención puesta en usted?
  3. ¿le dedica el tiempo necesario?
  4. ¿tiene en cuenta el tiempo del que usted dispone?
  5. ¿le explica en que consisten los exámenes que le prescribe?
  6. ¿le informa de las posibles complicaciones y efectos secundarios de los medicamentos?
  7. ¿lo trata de igual a igual?
  8. ¿está dispuesto a colaborar con su médico de cabecera u otro médicos?
  9. ¿puede hacerle preguntas críticas sin temor a ofenderlo?
  10. ¿le explica qué hacer si aparecen síntomas sospechosos antes del próximo turno (que por lo general es a los tres o más meses).

Por fuertes que sean las presiones a las que está sometido el médico, nada justifica que lo trate con apuro, impaciencia o descortesía. Ningún hospital dispone de tan poco personal que justifique que lo envíen a usted a llevar al laboratorio del mismo hospital, las extracciones de sangre que le practicaron en la guardia. Los médicos y personal auxiliar que se empeñan en ahorrar tiempo de este modo tal vez sean muy buenos para los cálculos, pero no comprenden en absoluto la naturaleza humana ni los padecimientos a los que son sometidos los adultos mayores en ciertos lugares a donde deben acudir en busca de una atención de salud o resolución de trámites.

Un exámen hecho en un ambiente de tranquilidad será más completo y dará mejores resultados.

Un buen consejo a tiempo suele ser más efectivo que la receta del mejor medicamento. Si el médico se pone a escribir en su bloc de recetas antes de que usted haya terminado de contarle sus síntomas, tenga cuidado. Si bien es cierto que muchas de las dolencias que padecen los pacientes se parecen y requieren tratamientos semejantes, también lo es que el médico está obligado a escucharlo atentamente de principio a fin.

La respuesta insolente o arrogante es clara señal de inseguridad. Respuestas como “Eso déjemelo a mi”· intimidan al paciente.

Un buen médico no da ningún medicamento sin antes decir qué es.

Si se diera buena información, tal vez se evitaría la atención en serie en las instituciones de salud. En las salas de espera donde hay un gran número de pacientes, es una pesadilla para el adulto mayor. Y dejaría de sentirse como un producto en una cadena de montaje. Una buena organización haría que el paciente se sienta a gusto.

Así de fácil puede ser mitigar los temores y las preocupaciones de las personas mayores. Tal vez sería bueno tratarlos como colaboradores y no como una carga.

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